Hace tiempo que quería hacer una entrada sobre Juan Roig, el Mesías salvapatrias, propietario de Mercadona, la mayor cadena de supermercados de España, que, todo sea dicho, a mí me sigue pareciendo una especie de secta donde quien discrepa de sus dogmas lo tiene crudo -de hecho, son múltiples las sentencias que condenan a Mercadona por vulnerar los derechos fundamentales de los trabajadores-. A título informativo, que no científico, decir que si se ponen en Google juntas las palabras Mercadona y secta, salen casi 49000 entradas. Finalmente, y dado que la vena de mi cuello, cada vez más hinchada por la crisis y lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, quizá me hubiera llevado al desvarío y la descalificación, he preferido tomar el artículo que Mikel López Iturriaga, ha publicado hoy mismo en su blog El Comidista, http://blogs.elpais.com/el-comidista dentro de diario El País, donde con una elegancia que yo no poseo, replica a las palabra pronunciadas ayer por don Mercadona, el tendero que admira los bazares chinos, en las que decía que nos hemos pasado treinta pueblos y que la culpa de la crisis la tenemos todos -no sólo los banqueros y los políticos despilfarradores-, y que hay que trabajar más y tener más productividad. Juan Roig, un personaje que cada vez que habla hace que suba el pan. Pan -por supuesto, marca Hacendado-, que, por otra parte, él nos vende en sus supermercados.
Permítame dirigirme a usted
con la confianza con la que, como presidente de Mercadona, usted se dirige al
resto de los españoles en sus apariciones públicas. El lunes volvió a la carga acuciándonos a "trabajar más" y "aumentar nuestra
productividad" ante el riesgo de una posible intervención. Pensé
entonces que, en justa contrapartida, era el momento de pedirle un par de
cosillas yo a usted, desde la humildad del que se sabe un mindundi frente a un
titán de los supermercados.
Vaya por delante que no
tengo nada especial contra su figura: no reconocer el éxito de una compañía que
factura 16.400 millones de euros y cuenta con 70.000 empleados sería de
estúpidos. Aplaudo la buena relación calidad-precio de algunos de sus productos
envasados y la inteligencia de su política de fijarse en lo que demandan los clientes. Y
sí, creo que ha llegado el momento de confesar en público que yo también me he
comprado alguna crema de Deliplus, con la vana esperanza de frenar el
envejecimiento sin dejarme un ojo de la cara en el intento.
Sin embargo, tengo mis
particulares peticiones del oyente. Empezando por lo más trivial, y ya que en
sus palabras entreveo ciertas exigencias morales al resto de sus conciudadanos,
yo le rogaría que se aplicara el cuento y tratara de mejorar la calidad de
algunos de los alimentos que vende. Entiendo que su obsesión son los bajos
precios, pero hay secciones de su supermercado que dan un poco de penica, en
especial las de productos frescos. Las veces que he comprado fruta y verdura en
su negocio he tenido la vaga sensación de estar comiendo corcho. Barato, pero
corcho al fin y al cabo. Y no le voy a contar la profunda depresión que sufrí
tras probar su piña fresca pelada y envasada, que tampoco es plan de darle la
paliza con mis males.
Aunque seguramente esto le
suene a chino, le invito a comprometerse más con el producto alimentario local
a pequeña escala. Ayer mismo vi calabaza panameña en uno de sus
establecimientos en Barcelona, le pregunté qué hacía por allí y me dijo que no
tenía ni idea habiendo tantas primas suyas por la zona. Usted es un
comerciante, y como tal compra lo que vende donde lo encuentra a mejor precio.
Si el único criterio es la ganancia económica a corto plazo, adelante. Pero si
usted está tan preocupado por el futuro de España como dice, quizá debería
hacer un esfuerzo por vender más comida de proximidad, producida o elaborada
por individuos cercanos a sus tiendas. No es una cuestión de nacionalismo: es
que si nos surtimos de espárragos en Timbuctú y de chufas para la horchata en
la Conchimbamba porque salen baratitos aunque sean una birria, a la larga
acabamos perdiendo todos.
A este respecto, veo
mejorable la información que su supermercado da al consumidor sobre el origen
de los productos de marca blanca que vende. Sobre el origen real, no
sobre el lugar donde se ha envasado o procesado el alimento en cuestión.
Pensará usted que soy un tiquismiquis -y no le faltará razón-, pero me gusta
saber dónde y cómo ha crecido lo que me voy a comer, sin subterfugios ni medias
verdades, y con cuantos más detalles, mejor.
Ya puestos a pedir, quisiera
que, siendo una empresa líder, enarbolaran de una manera más decidida la
bandera de la sostenibilidad. Ya sé que los alimentos ecológicos son más caros,
y por eso no hay ni rastro de ellos en Mercadona (le aviso de que Carrefour sí
los tiene, y no están mal de precio). Pero en fin, me conformaría con que no
vendieran alimentos antiecológicos. Que fueran escrupulosos a la hora de exigir
respeto al planeta a sus suministradores. Me consta que su compañía tiene conciencia medioambiental e invierte en
desarrollarla, pero aplaudiría que Greenpeace, por ejemplo, dejara de ponerles a la cola en su lista de supermercados y pesca
sostenible por vender especies arrasadas por la sobreexplotación.
Hablando de excesos, aplaudiría
hasta con las orejas una política activa contra el despilfarro de comida que se produce en todos los súpers, derivando
lo que se vaya a tirar hacia personas necesitadas. En esta línea, le rogaría
que no obligara a sus clientes a comprar packs (ocurre con su gazpacho), puesto
que está alimentando un potencial derroche en el hogar.
También me encantaría
encontrar algún producto de comercio justo en las estanterías de sus
establecimientos, aunque sólo fuera como motivo decorativo. Véalo como una
oportunidad de ser mejor persona y caer bien a sus clientes con algo de
conciencia. Y hablando de justicia, me gustaría estar convencido de que su
empresa trata de forma honesta a sus proveedores y no les exprime desde su posición de líder del mercado. Lo
mismo en las relaciones con los empleados, que siempre se han vendido como muy
beneficiosas para estos pero también han recibido más de una crítica.
Hago aquí un inciso para
tres peticiones de marcado carácter personal, frívolo y consumista: me
conquistaría con una mayor variedad de marcas, que cualquier día nos va a salir
el Hacendado por las orejas; una buena revista de cocina que se desmarcara del
folleto promocional, al estilo de las de los supermercados británicos, y una web que
no pareciera hecha por los alumnos de un curso de diseño online en 2004.
Volviendo al inicio de esta
carta, y espero que no se lo tome a mal, le suplicaría por último que no nos
tomara por monguers en sus declaraciones. Dice que nos hemos pasado
"30 pueblos como país". Nunca leí que usted hicera saltar las alarmas
sobre el pasotón que se estaba produciendo en su comunidad, la
valenciana. Ni que pusiera un pero al señor Camps, ejemplo universal
de livin' la vida loca presupuestaria, cuando se reunía con él. Y por
favor, no insista en que "todos" somos responsables de la crisis,
porque señor Roig, hay unos muy muy responsables que andan por ahí disfrutando
de sus bonus y pensiones millonarias, mientras otros -la inmensa mayoría- que
no son responsables en absoluto la sufren cada día en sus propias carnes.