lunes, 22 de julio de 2013

ONOMATOPEYA


ONOMATOPEYA    

            Clock, hizo la puerta al cerrarse cuando ella me abandonó. El sonido se petrificó en el aire y, a peso, cayó sobre el parqué. Hubiera sido fácil barrerlo -es cierto-, de saber cómo se barre el amor. Así que esperé a que se pudriera, y durante un tiempo respiré su perfume. El día de mi cumpleaños -uno de marzo- recibí la mala noticia. El médico me enseñó la radiografía y señaló una mancha en mi pulmón. Él lo achacó todo al tabaco, pero yo supe que se debía a aquel sonido. Demasiados meses respirando el eco de la puerta al cerrarse. Aquí en Italia, al pie de los Abruzzos, el oxígeno es puro y limpio. Vivo en un sanatorio para tísicos, aunque hay enfermeras bonitas. Tengo un sonido en el pecho -un clock- y no sé si podrán curármelo. En el jardín, bajo el sol de la tarde, os escribo estas cuatro líneas.


                                                      Sobre los finales felices (2013) Inédito