ONOMATOPEYA
Clock, hizo la puerta al cerrarse cuando ella me abandonó.
El sonido se petrificó en el aire y, a peso, cayó sobre el parqué. Hubiera sido
fácil barrerlo -es cierto-, de saber cómo se barre el amor. Así que esperé a
que se pudriera, y durante un tiempo respiré su perfume. El día de mi
cumpleaños -uno de marzo- recibí la mala noticia. El médico me enseñó la
radiografía y señaló una mancha en mi pulmón. Él lo achacó todo al tabaco, pero
yo supe que se debía a aquel sonido. Demasiados meses respirando el eco de la
puerta al cerrarse. Aquí en Italia, al pie de los Abruzzos, el oxígeno es puro
y limpio. Vivo en un sanatorio para tísicos, aunque hay enfermeras bonitas.
Tengo un sonido en el pecho -un clock- y no sé si podrán curármelo.
En el jardín, bajo el sol de la tarde, os escribo estas cuatro líneas.
Sobre los finales felices (2013) Inédito
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