CARABLANCA
Todos, alguna vez en la vida, hemos sido el payaso de la
cara blanca. El tipo serio, cabal, que se preocupa de los demás y del buen funcionamiento de las cosas,
pero que, a pesar de ello, recibe el tartazo en la cara. En un
país sudamericano hay una cárcel donde recluyen a los payasos de cara blanca que, hartos
de humillaciones, dieron un paso al frente. Clowns que vaciaron las cuencas de los ojos,
sesgaron las arterias del cuello, desgarraron los intestinos y abrieron en canal
el estómago del payaso Augusto que se reía de ellos y, encima, recibía los
aplausos.
Sobre los finales felices (Inédito)
2 comentarios:
No hay demasiados payasos de cara blanca de modo que los que estén en esa cárcel porque lo son, se han hartado, han matado y demás has de ser... muy pocos. No parece mal plan. A sus anchas, desahogados, con un buen arsenal de chistes,... me lo voy a pensar. También porque una vez que te quitas el maquillaje, tampoco te conoce nadie.
Hola, Luisa. Estamos en un mundo de carablancas hartos de tantas cosas que un día explotaremos. Aun a riesgo de ir a esa imaginaria cárcel sudamericana. Un saludo
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