jueves, 2 de febrero de 2012

Wislawa Szymborska

Ha muerto a los 88 años. En 1996 le dieron el Nobel y, como tantos otros, era una gran desconocida para elpúblico. Tuve la suerte de conocer su obra, recogida en su mayoría en "Paisaje con grano de arena". Su poesía cabe en unas 300 páginas, pero nadie, con un lenguaje tan sencillo, tan ligero, tan conciso, pudo hablar más profundamente y a la vez, con más levedad, de la vida. En algún sitio leí que la literatura debe tener levedad como reacción al peso de vivir. Levedad, claro está, sólo aparente. En la poesía de Szymborska, las palabras pesan toneladas, son profundas y consistentes, pero flotan engañosamente ligeras, ausentes de gravedad, para que, como una sémola bien triturada, puedan ser degustadas por las desdentadas encías de la gente normal, los neófitos y diletantes. Es la metafísica vestida de pret a porter. Descanse en paz. Aquí, uno de los poemas que más me gustan de su obra. 



NO REQUIERE TÍTULO


Aquí estoy, sentada bajo un árbol, 
a orillas de un río, 
una mañana soleada. 
Es un hecho anodino
que no pasará a la historia.
No es una batalla ni un tratado,
cuyas causas se investigan,
ni el memorable asesinato de un tirano.


Sin embargo, estoy sentada a orillas del río.
Y si estoy aquí, 
forzoso es haber llegado de alguna parte, 
y antes forzoso fue haber recorrido otros lugares 
como los conquistadores de nuevas tierras
antes de subir a bordo de sus navíos.


Incluso un instante fugaz tiene un turbulento pasado, 
un viernes anterior a sábado, 
un mayo que a junio precede, 
y horizontes no menos reales 
que los dibujados en los prismáticos de los mariscales.


El árbol es un álamo hace años arraigado.
El río es el Raba que no empezó a fluir ayer.
La senda no anteayer 
se abrió entre matorrales.
Antes de disipar las nubes, el viento
hasta aquí las arrastró.


Aunque nada importante sucede en torno a mí, 
no es el mundo por eso más pobre en matices, 
menos justificable, menos definido 
que cuando dependía de las grandes migraciones.


El silencio no solo envuelve conspiraciones.
Y el séquito de causas no solo acompaña subidas a tronos.
No solo los aniversarios de las revoluciones caen, 
también las piedras arrojadas al río.


Intrincado y denso es el bordado de las circunstancias.
El pespunte de la hormiga en la hierba.
La hierba cosida a la tierra.
El diseño de la ola enhebrada a un palito.


Así, por obra del azar, soy y miro.
Una mariposa blanca aletea en el aire 
con alas que solo a ella pertenecen,
y una sombra sobrevuela mi mano, 
la suya, no otra, no de cualquiera.


Ante hechos semejantes me abandona la certeza
de que lo importante
es más importante que lo que no importa.