CARABLANCA
Todos, alguna vez en la vida, hemos sido el payaso de la
cara blanca. El tipo serio, cabal, que se preocupa de los demás y del buen funcionamiento de las cosas,
pero que, a pesar de ello, recibe el tartazo en la cara. En un
país sudamericano hay una cárcel donde recluyen a los payasos de cara blanca que, hartos
de humillaciones, dieron un paso al frente. Clowns que vaciaron las cuencas de los ojos,
sesgaron las arterias del cuello, desgarraron los intestinos y abrieron en canal
el estómago del payaso Augusto que se reía de ellos y, encima, recibía los
aplausos.
Sobre los finales felices (Inédito)