jueves, 19 de diciembre de 2013




CARABLANCA

         Todos, alguna vez en la vida, hemos sido el payaso de la cara blanca. El tipo serio, cabal, que se preocupa de los demás y del buen funcionamiento de las cosas, pero que, a pesar de ello, recibe el tartazo en la cara. En un país sudamericano hay una cárcel donde recluyen a los payasos de cara blanca que, hartos de humillaciones, dieron un paso al frente. Clowns que vaciaron las cuencas de los ojos, sesgaron las arterias del cuello, desgarraron los intestinos y abrieron en canal el estómago del payaso Augusto que se reía de ellos y, encima, recibía los aplausos.

Sobre los finales felices (Inédito)