miércoles, 10 de junio de 2009

SUEÑOS (J.J.MILLÁS)


En estas elecciones europeas he sentido vergüenza. Me parece que es de enfermos que en dos comunidades autónomas como Madrid y Valencia, salpicada de escándalos a nivel político, estos mismos políticos salgan reforzados por el voto de los propios ciudadanos que han sido robados. Es como si a uno le quitan la cartera en plena calle y, encima, le da las gracias al ladrón por haberle saqueado y encima haberlo hecho con estilo. No se trata de que si no se vota al PP, tengas que votar a la fuerza al PSOE. A veces, vale más la pena no votar o votar a un partido romántico de esos a los que no vota nadie, como uno que defendía los derechos de los animales, por ejemplo, que darle el voto a alguien que hace, según todos los indicios, un mal uso de nuestro dinero. Aquí cuelgo un artículo del gran J.J. Millás, que explica mejor que yo el sentimiento de vergüenza de muchos ciudadanos. Y aún habrá gente que por palabras como estas, que nos debían hacer reflexionar, nos llamen rojos cheguevaristas.

Sueños. Juan José Millás

Yo quiero estar imputado, como Camps, para ser feliz, para reír con la franqueza con la que ríe él, para divertirme a la entrada y a la salida de los juzgados, para que la gente me aplauda y me jalee como a un actor de moda, para que la alcaldesa de Valencia o cualquier otra se muera por acompañarme, del brazo, a los tribunales de justicia. Tengo derecho a ser feliz, a que me regalen trajes y entradas para el circo, lo mismo que a mi señora y a mis hijos. Yo quiero que mis defectos se hagan públicos y que a la gente le parezcan normales, del mismo modo que parece normal no usar para nada las tarjetas de crédito.
- Querida, te cojo doce mil euros de la caja de la farmacia, para hacerme unas chaquetas.
- Vale, corazón, pero no pidas factura, que estoy de papeles hasta el gorro.
Yo quiero que las bolsas de plástico con las que la gente me ve ir y venir por la calle estén llenas de billetes de 500 euros y no de judías verdes o lechugas. Yo quiero pagar al contado mis viajes a Sudáfrica (8.000 euros) y devolver 300.000 en billetes de 50 sin que a nadie le parezca raro. ¿Qué pasa? ¿Son obligatorias las transferencias? Yo quiero estar a gusto conmigo mismo, con mi conciencia, como Trillo, que no tiene remordimiento alguno por lo del Yak 42. Lo malo es que yo no he estado implicado en nada raro, ni en estafas, ni en muertes, ni en cohechos, ni en maquinaciones para alterar el valor de las cosas, sólo en pequeñas miserias, en tonterías de andar por casa, en mezquindades que no llaman la atención de los jueces, que no van a ningún sitio. Y por eso, sospecho, sufro de tantos problemas de conciencia y de tantas dificultades para ser feliz. No tengo amiguitos como El Bigotes, como Correa, no frecuento los bajos fondos. Del trabajo a casa y de casa al trabajo, perra vida. Por eso Rita Barberá no me llama para acompañarme al juzgado y echar unas risas por el camino, como los actores cuando atraviesan la alfombra roja. Yo quiero ser un chorizo, no por los trajes, ni por los viajes a Sudáfrica ni por los 300.000 euros que me dan un día y devuelvo al siguiente en bolsas del supermercado, sino para que la gente me quiera más.


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