sábado, 14 de junio de 2008

CARVER


Este poema lo escuché por primera vez en una película de Nanni Moretti titulada "La habitación del hijo", por cierto, una de las películas más sobrecogedoras y poéticas que he visto en mi vida, y que recomiendo fervorosamente. Si no era poco con las imágenes de la pantalla, en una de ellas el protagonista recita este poema que me encandiló. El paso del tiempo expresado a través de los dedos de los pies. Ya admiraba los cuentos de Carver, pero no conocía su poesía. Así que unos días después me compré los libros "Un sendero nuevo a la cascada", donde se encuentra el poema mencionado, y "Bajo una luz marina", ambos editados por Visor. Disfruté como un cosaco. Los poemas de Carver son fronterizos. De realistas, a veces se inclinan hacia la narrativa y parecen pequeños cuentos, pero como todo lo que escribe -y es lo que se debe pedir a la literatura y, sobre todo, a la poesía-, te sacuden violentamente, sacándote de la aparente calma en la que antes intencionadamente te sumieron. Compararía su poesía con los cuadros de Edward Hopper o de Antonio López. Narrativa y realista en el aspecto, pero pura lírica en el fondo. Calma chicha en la superficie. Fuerte marejada en el interior. Sobra decir que Raymond Carver es uno de mis autores de cabecera. Como Chejov, a quien Carver veneraba y, de hecho, homenajea en el libro "Bajo una luz marina", incluyendo entre los poemas fragmentos de sus relatos, a modo de pequeños poemas. Otra prueba de el "mestizaje" de los géneros literarios. Que lo disfrutéis


LOS DEDOS DE LOS PIES


Estos pies míos no me dan nada más que problemas. La planta, el arco, el tobillo: estoy diciendo que me duele caminar. Pero sobre todo son estos dedos los que más me preocupan. Estos “dedos terminales”, como también les dicen. ¡Cuán cierto! Pues para ellos ya no hay delicia en ser los primeros en tomar un baño caliente, o meterse en un calcetín de casimir. Casimires, medias, pantuflas, zapatos, vendas:todo es igual y la misma cosa para estos tontos dedos. Hasta se ven reventados y deprimidos, como si alguien los hubiera inflado llenándolos de Thorazine. Se quedan encorvados, aturdidos y mudos: cosas apagadas, inertes. ¿Qué diablos les pasa? ¿Qué clase de dedos son éstos que ya nada les importa?¿Son realmente mis dedos? ¿Ya se olvidaronde los viejos días, de cómo era estar vivo entonces? Siempre en primera fila, primeros en la pista de baile cuando empezaba la música. Primeros en plantarse.Véanlos. No. Mejor no. Nadie querría ver a estos haraganes. Sólo con dolor y dificultad pueden recordar otros tiempos, los buenos tiempos. Quizá lo que realmente quierenes cortar todo nexo con la vieja vida, empezar de nuevo, ser clandestinos, vivir solos en una hacienda de retiro en algún lado del Valle Yakima. Pero hubo un tiempo que solían tensarse con anticipación, simplementese se erizaban con placer a la mínima provocación, con la más pequeña cosa. El roce de un vestido de seda contra los dedos, por ejemplo. Una voz encantadora, un toque en la nuca, incluso una mirada al pasar. ¡Cualquier cosa! El sonido de los anzuelos desenrollándose, corsés desabrochándose, ropa cayendo en un fresco piso de dura madera.

2 comentarios:

kawligas dijo...

Co Carver me pasa lo que con algunos otros músicos y escritores. Leyéndolo, o escuchándolos, uno siente un deseo irrefrenable de ponerse a crear. Y ya dijo alguien que no hay logro mayor del arte que el de inspirar a aquel que lo disfruta. Eso es Carver para mí. Indispensable.

Rafael Camarasa dijo...

Así es Fran.Y creo que Carver, justo es decirlo, a nosotros nos ha motivado bastante. Ojalá inspiremos tanto a otros con lo que hacemos, como hizo él. Eso sí que sería la satisfacción del trabajo bien hecho, y no la que nos vende esta sociedad de consumo en la que vivimos. Salud.