LULA
Sabe que alguien la espera en el mundo. Que al final de la árida autopista, en otra ciudad con miles de hombres solitarios, entre el sonido que el encendedor y las monedas hacen en el fondo de un bolsillo, alguien lleva la mitad del corazón de plata que ahora brilla en el salpicadero. Lo que no ha conseguido en ninguna de las ciudades donde creyó que la esperaba ha sido coincidir con él, en el mismo lugar y a la misma hora. Lo que siempre le ha faltado para encontrar al desconocido es pulir ese detalle, aparentemente tan estúpido, de hallarse cada momento en el sitio equivocado.
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